Época: partos
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
La época de los partos

(C) Isabel Cervera



Comentario

Antes de iniciar el estudio de las creaciones artísticas de la época de los partos desearía hacer una delimitación. El Irán arsácida integró a su órbita Mesopotamia y Yazira, unas regiones que estética, mental e históricamente vivían su propia evolución. Pero la fundación de ciudades nuevas, además de cinco siglos casi de gobierno iranio, creo que justifican la presencia en esta obra de las artes producidas en Hatra o Ctesifonte. Otras urbes ya existentes, como Dura Europos, recibieron influencias nuevas. Algunas más, como Assur, se vieron reconstruidas. Pero el reino de Palmyra, aunque sus nobles vistieran con frecuencia a la parta y aunque su interés mayor estuviera vinculado al comercio a larga distancia, no parece lógico incluirla en una obra como ésta. Por eso, aunque historiadores de prestigio como R. Ghirshman solían referirse a ella, no lo haré. Hablemos del mundo verdaderamente arsácida.
Dice E. Porada que la disposición circular que los partos dieron a sus ciudades de nueva planta, como Hatra y Ctesifonte por ejemplo, o a los recintos de ampliación como Merv, tenían su origen en los campamentos militares asirios. Mas podría ser que la raíz de todo estuviera en ellos mismos y en las necesidades militares de unos puntos que, sobre todo al principio, eran centros de organización bélica. También R. Ghirshman insiste en el origen asirio del trazado, aunque difícilmente podamos deducir la forma en que habría podido llegar hasta ellos. No obstante y como H. P. Francfort ha puesto de relieve, la fortificación circular -y la ciudad- es una de las formas posibles de defensa en el amplio mundo del Asia Central.

La ciudad de Hatra que hoy vemos, aunque destruida en el 240 d. C. por Sapur I, responde en líneas generales al trazado inicial. Un gran terraplén exterior de tierra como primer muro defensivo antecedía a la verdadera muralla de piedra con torres, bastiones y cuatro puertas. Y esos dos recintos circulares encerraban un trazado urbano que imponía en el centro un gran témenos con los templos más importantes, un palacio real junto a la muralla, calles principales rectas o ligeramente curvadas -pero nada ortogónico, desde luego- y una serie de templos, torres funerarias y otros edificios públicos repartidos por un caserío. Diríamos que tal esquema responde a la ciudad parta ideal y puede que su último estado sea el resultado de una larga maduración.

Dentro de los recintos de las nuevas o antiguas ciudades, los maestros constructores del mundo parto desarrollaron algunas ideas en cuanto al trazado, los materiales de trabajo y la ornamentación. Sobre el origen de aquéllas aún no sabemos mucho, pero sí al menos que comenzaron en la época parta. Respecto al trazado ya hicimos alguna referencia: se trata del iwan que, en esencia, era una sala de tres lados, con el cuarto abierto y la cubierta abovedada. El iwan venía a funcionar como un módulo que podía repetirse en línea, o con el que el arquitecto jugaba según necesidad. Su disposición en Hatra era distinta a la de Assur, pero en ambos conjuntos se comprendía perfectamente su función. Este módulo también se recogía en la arquitectura doméstica. Y su adaptación al mundo iranio fue tal que los sasánidas lo elevaron a pieza esencial de su arquitectura. El Irán posterior también lo integró como propio.

Las técnicas de construcción son variadas. El adobe y el ladrillo siguieron utilizándose como siempre, igual que la madera y la piedra que, donde podía obtenerse con facilidad, resultaban el material fundamental. Los muros de adobe solían revestirse con una capa muy dura, una especie de estuco que además de mejorar su aspecto confería a la pared una gran resistencia. Se utilizaban también muros de cascote o guijarros ligados con mortero o paramentos de bloques tallados. Las superficies de los muros de mampostería podían revestirse con estucos muy elaborados, que están en el origen de todos los tipos posteriores de yeserías. Entre todos los conocidos destacan los de Kuh-i Hwaya y Assur. Los primeros semejan el recamado de los trajes ostentados por los nobles de Hatra. Los segundos, más sencillos, asombran sin embargo por su belleza y su plena adaptación al juego de las fachadas. Los interiores -y tal vez algunos exteriores, como en Assur- se decoraban con pinturas. Los muros de piedra, en fin, solían llevar una decoración escultórica consistente en máscaras o cabezas, muy significativas para el hombre parto, según parece, pues el tema se repite en otras producciones como en los rhyta de Nisa.

Aunque los arsácidas fundaron en los territorios del Asia Central distintas ciudades más o menos conocidas, sólo Nisa ha merecido estudios profundos. Y sólo ella nos proporciona una imagen de arquitectura desarrollada. La estructura más llamativa es el palacio real de la Nisa antigua. La fachada, decorada con metopas y merlones de arcilla cocida incorpora también máscaras o rostros, probablemente de una divinidad, como en Hatra. Es interesante destacar que aquí todavía no se utilizaba el estuco. La planta del edificio giraba en torno a la sala central, de notables proporciones, cuyo techo de vigas estaba mantenido por cuatro pilares de columnas cuadrilobuladas que, por su colocación central y en cuadrado, debían crear en la cubierta una apertura de iluminación cenital y en cuadrado, según M. E. Masson. En las paredes y a media altura, los arquitectos habían abierto nichos en los que se alojaban estatuas de arcilla pintada que representaban a los antepasados del rey, una costumbre de los sedentarios del Asia Central, presente ya en Toprak Kale. Al sur del palacio se levantaba otro edificio interesante, el llamado Tesoro Real, con patio central provisto en cada una de sus cuatro fachadas de un iwan, como más tarde se haría en Assur.

Aunque gobernada por una dinastía árabe, vasalla del Gran Rey, Hatra incorpora muchos de los rasgos otorgados al mundo arsácida, del que siempre formó parte. Sus arquitectos utilizaron fundamentalmente una piedra caliza indígena, muy ligera y fácil de trabajar. Con ella levantaron un excepcional conjunto de murallas, viviendas, palacios, templos y tumbas que pueden contarse entre lo mejor del período. El centro de la vida urbana gira en torno al gran témenos, señalado por un alto muro de 437 x 322 m de lado, realizado en caliza. Dentro, tras cruzar un gran patio cuyo eje visual converge en los templos principales, construidos al otro lado de un segundo muro dotado de tres entradas. En el interior se levanta todavía, ya restaurada, la enorme estructura del templo principal, con 25 m de altura, construido en caliza y decorado con excelentes esculturas y bandas de ornamentación. Son dignos de destacar los arcos de ingreso, llenos de cabezas de divinidades, reyes o símbolos divinos, relacionados con lo mejor de la escultura de la ciudad. En planta, el conjunto principal resulta de la sucesión modular de iwanes que sirvieron como sendos templos. El más importante, el del centro, disponía al fondo de una especie de recinto sagrado, formado por una cella aislada por un deambulatorio, construido todo en las colosales proporciones del conjunto. Según E. Porada, la planta de este recinto sagrado significa la recuperación e integración de un trazado de época aqueménida, usado ya en el Templo del Fuego de Susa.

La fachada principal, regida por los grandes arcos de los cuatro iwanes mayores y cuatro menores, es de una magnificencia difícil de describir.

Otro de los centros partos conocidos al menos parcialmente, es Assur. Allí, como destaca W. Andrae, una de las principales novedades técnicas fue la utilización de mortero de yeso, una rareza en Oriente utilizada muy pocas veces, por ejemplo en el Palacio Norte de Babilonia o las tumbas reales asirias. Los partos lo usaron sin embargo con frecuencia en Warka, Babilonia, Hatra y Assur. Según el arqueólogo alemán, la imagen del Assur parto no debía haber cambiado mucho, vista en la lejanía. La antigua ziqqurratu, ahora ciudadela, seguiría destacando en el horizonte. Pero en el interior, una nueva estética se había impuesto. Donde en su día se levantaba el templo de Assur se erigía ahora otro edificio con planta modular de tres iwanes, con sus tres arcos correspondientes en la fachada, dotada de pilares y molduras. Los dioses titulares, llamados ahora Assor y Serva, hablan de la capacidad integradora de los partos. Del resto de edificios descubiertos por W. Andrae como el peristilo, el iwan con escalinatas, el edificio períptero y el palacio, conviene destacar este último. Se trata de un gran complejo con patio central, de cuatro fachadas dotadas con iwan en el centro. El meridional fue, según el arquitecto alemán, el único completamente bien desarrollado. En otras alas del edificio se distingue un patio con peristilo -la entrada según parece-, y una sala con cuatro pilares. Las partes más importantes del edificio se construyeron con ladrillo y mortero de yeso. Las fachadas del patio de los iwanes se decoraron con estucos calados y un sistema de columnillas adosadas que inspirarían luego la edificación del palacio sasánida de Ctesifonte.